Reseña:
Quienes
tengan en sus manos este libro sostienen, aún sin saberlo, la crónica -también
sus consecuencias teóricas y prácticas- de una iniciativa que recupera la mejor
vocación de la academia y la maravillosa evidencia de cómo, con inteligencia y
audacia, es posible abordar al mundo para transformarlo.
Parafraseando
las reflexiones de Marx acerca de la tesis de Feuerbach –“los filósofos se han
limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata, ahora,
es de transformarlo”- las autoras han llevado la literatura, han puesto a
disposición de niñas y de niños con carencias materiales y simbólicas, para
transformar su realidad, un patrimonio cultural que también le pertenece a la
infancia vulnerada… En ese sentido, podría decir que hay en este proyecto un
gesto de restitución simbólica a sus legítimos dueños, y es por eso que, en
esta oportunidad, junto a la transmisión de conocimiento y junto a la
investigación, la universidad cumple con su misión definitiva. No por el lado
de un “proyecto de extensión”, no por el lado del desborde de un caudal de
saber que le llega a los más pobres, sino porque la investigación-acción que
aquí se comunica está a pleno derecho dentro de lo que es –o, si acaso, debería
ser- el espíritu de la academia.
…El mérito de
la experiencia que este libro Consigna reside en haber abierto ese espacio
paraque pibas y pibes puedan ser escuchados, pueden referirse aún otro que les
garantice el derecho a vivir y a jugar. Si hay un otro que pueda oír y permita
la palabra, algo de la pura pulsión de muerte que dan hígado produciendo
cambios en la posición subjetiva.
¡Ojalá! Entonces,
que quienes comiencen aquí la lectura de “El revés del reino” pueden apreciar
la importancia de una iniciativa que tiene como soporte a la Cátedra Psicología
Educativa II de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario,
como referentes a pibas y pibes mayoritariamente abandonados a su suerte y,
como destinatarios, a psicólogos, y educadores y a la sociedad civil en su
conjunto, ya que es deber de todos
velar por la dignidad de niñas y niños poniéndolos a salvo de cualquier
tratamiento inhumano, violento, aterrorizante, vejatorio o humillante.
Juan Carlos
Volnovich